Marruecos 2007




Nuestro viaje a Marruecos fue un recorrido iniciado en Marrakech, para cruzar el Atlas hasta Ouarzazate, adentrarnos en el desierto en Erfoud, subir al norte para conocer la impresionante medina de Fez y acabar volviendo de nuevo a Marrakech. Un recorrido en autobús por tierras beréberes. Uno de los pocos lugares en el que los nómadas siguen haciendo uso de su forma de vida.



El atlas es una cordillera casi comparable en altura a los Alpes. En su vertiente norte conserva vegetación, principalmente cedros, que va perdiendo según la cruzamos en dirección al sur, donde sus cimas son pedregosas y desérticas. A la falda sur de esta cordillera nos encontramos Ait ben haddou, una de las Kasbahs mejor conservadas de Marruecos.



A partir de aquí el viaje se convierte en un devenir por un desierto pedregoso surcado por valles verdes repletos de palmerales.



Ouarzazate. Aquí nos hospedamos en un hotel apartado de la ciudad. Las temperaturas son extremas por lo que un baño fresquito nunca viene mal.



La kasbah de Taourirt. Residencia en su día de El Glaoui, Pacha de Marrakech, puede visitarse y se encuentra muy cerca de Ouarzazate.



Las Kasbahs son edificaciones de adobe, formado por paja y barro las cuales tienen que ser restauradas continuamente ya que las lluvias las deterioran considerablemente.



La parada de autobús frente a Taourit. A pesar de que el idioma oficial es el árabe, tantos años de protectorado francés hacen de este casi un segundo idioma oficial, apareciendo en multitud de carteles como este. En mi caso, aunque no hable ni una palabra de francés, me resulta mucho más inteligible que el árabe ya que se trata de alfabeto latino. Las letras árabes me parecen más difíciles de identificar incluso que los Hanzi chinos.



Este es uno de los muchos encantadores de serpientes que hay por el lugar, aunque la mayoría de ellos se encuentran en la plaza de Jenna el Fna en Marrakech. Cuidado con estos “encantadores” te piden un euro por ponerte la serpiente encima y luego 5 por quitártela. Afortunadamente ya iba prevenido.



Toda la zona al sur del Atlas está muy alejada de la modernidad de las grandes ciudades del norte. En estas últimas no es raro ver mujeres vestidas con vaqueros y mostrando largas cabelleras de pelo normalmente oscuro y rizado. Sin embargo en estas regiones tan retiradas del mundo occidental, esta imagen de tres mujeres solas es el signo de modernidad mas claro que se pueda encontrar. Aun así, encontré a Marruecos un país muy occidentalizado en comparación con otros destinos turísticos de la talla del mismo Egipto.



En nuestro recorrido hacia Erfouz pasamos por diversos cursos de ríos. Este es el caso del Valle del Todra que forma una senda de vegetación en sus orillas, surgiendo a lo largo de estos palmerales autenticas ciudades de adobe, en un lugar donde la vida seria imposible sin el agua proporcionada por el deshielo de las nieves del Atlas.



A nuestra llegada a Erfouz, Continuamos en 4x4 por un desierto pedregoso hasta Merzouga, en donde los viejos jeeps que nos llevaban, tuvieron que ser sustituidos por camellos. Aquí una foto de Pere Massuet, un compañero de viaje, que posteriormente tuvo a bien enviarme por mail.



Merzouga se encuentra al límite de la frontera con Argelia, cerrada a causa del conflicto del Sahara Occidental. Existe una tierra de nadie entre los dos frentes en la que solo los Tuaregs se adentran a recoger valiosos fósiles, a riesgo de sufrir un ataque por parte de alguna de las partes.



He aquí nuestro guía, un tuareg del que desgraciadamente no recuerdo el nombre. Del que si puedo recordarlo es de Balí, el sufrido camello que cargo con nosotros sin rechistar durante todo el viaje. En esta foto se puede observar el fin de las dunas y el retorno al desierto de piedra. Resultan tan calurosas estas latitudes, que como anécdota diré que hospedados en Erfouz, nos fue imposible distinguir el agua caliente de la fría hasta el día siguiente por la mañana, ya que ambas quemaban.



Cruzando de nuevo el Atlas nos dirigimos hacia la ciudad de Fez. En nuestro camino, ya por tierras algo más fértiles, nos cruzamos con varios grupos de nómadas, que recorren el Anti-atlas con sus jaimas y sus rebaños en busca de buenos pastos.



La medina de Fez. No hay nada que se pueda decir de Fez que pueda describir semejante lugar. Esta medina resulta un autentico laberinto del que desgraciadamente no conservo fotos. En cualquier caso las fotos no servirían de mucho ya que la única manera de llegar a conocerla es deambular por sus callejones. Yo, que puedo presumir de buen sentido de la orientación, me vi totalmente desbordado por miles de callejuelas retorcidas, una gran mayoría de ellas si salida, de las cuales resultaba difícil distinguir si estabas entrando en una casa o seguías por calles públicas.



Tal es la estrechez de las calles, que el único transporte permitido es el burro y no siempre puede transitar por las calles, ya que algunas de ellas apenas dan para el ancho de una persona. Además de este laberinto, hay que decir que la gran cantidad de gente, su indumentaria y el hecho de que el comercio en la medina sea puramente artesanal, hacen que el viaje a su interior sea también temporal, dando la impresión de encontrarnos en plena edad media.



Es tan basta la extensión de la medina, y tan grande el número de callejuelas, que se dice que hay gente que nunca ha salido de ella. Y si bien la medina es caótica y decadente, el interior de las casas suele ser en algunos casos totalmente palaciego. Es el caso de este restaurante, en el que entramos solamente a echar un vistazo. Posteriormente entramos en uno ligeramente más modesto.



Las tenerías. El único espacio ligeramente abierto en toda la medina y posiblemente el más pestilente. Aquí tratan las pieles para teñirlas y el olor que despiden es absolutamente nauseabundo. Aun así merece la pena asomarse a contemplarlo y de paso volver a ver la luz del sol.



Y de nuevo cruzamos Marruecos dirección sur, paralelos a la vertiente norte del Atlas para llegar a la turística ciudad de Marrakech, hermosa y cosmopolita nos resulto tremendamente occidental después de pasar por las callejuelas de Fez.



La Koutoubia, este minarete de la mezquita nos recuerda a la giralda de Sevilla y no es de extrañar, ya que los Almohades andaluces se inspiraron en ella para construir la suya, que fue minarete de la mezquita de Sevilla antes de existir la catedral.



Es por la noche cuando Marrakech se deja ver en todo su esplendor. Especialmente la plaza de Jenna el Fna, donde todo tipo de equilibristas, encantadores de serpientes, músicos y todo tipo de artistas beréberes venidos del sur, intentan mostrarte su espectáculo, intentando recibir a cambio algunos dirham. Un consejo, si lleváis cámara guardarla, ya que todos intentaran sacaros dinero con la excusa de que les habéis grabado con ella. Después de varias discusiones resulto más cómodo apagarla y disfrutar de la fiesta.



Y es en estos puestos de comida, junto con los puestecillos ambulantes que encontramos durante todo el viaje. Donde he tomado el zumo de naranja (y perdóname Blanca, amiga valenciana) mas rico de toda mi vida. El método es de lo mas artesanal (abstenerse aprensivos) introducen la naranja cáscara incluida en una presa metálica manual, que por medio de una palanca aplasta la naranja cayendo el zumo en un vaso situado bajo esta. El resultado es un zumo muy dulce en cuestión de diez segundos, que te ayuda a sobrellevar el calor reinante. Todo esto por apenas 3 dirham (unos 25 céntimos de euro).



Y aquí acabo nuestro viaje. En una bonita terraza con sus inexcusable toldos sobre la plaza Jenna el Fna, que a pleno día aparece menos bulliciosa que con el frescor de la noche. Un perfecto final para un viaje inolvidable.