Mexico 2005





Este fue un viaje un poco diferente para la manera de la que solemos viajar. Normalmente nos hospedamos en hoteles de bajo presupuesto, no permaneciendo muchas noches en el mismo lugar y procurando movernos por nuestra cuenta. En este caso permanecimos en un hotel durante nueve días con todo incluido si no fuera por un desgraciado incidente acaecido en los últimos días, pero que supuso una experiencia humana inolvidable.



La parte de México que visitamos es el estado de Quintana Roo. Un estado situado en la península de Yucatán, bañado por el mar caribe y con frondosas selvas en su interior. Gran cuna de la cultura maya, algunos de sus restos no se descubrieron hasta hace muy poco, ya que la selva los ocultaba bajo sus ramaje.



Este es nuestro hotel en México. Un Resort situado en la costa, en plena selva, entre las poblaciones de Tulum y Playa del Carmen. Tras la vegetación del fondo se encontraba la playa.



Nuestra habitación era este apartamento con vistas a un pequeño riachuelo con multitud de peces. Las instalaciones del hotel estaban repletas de animales, especialmente iguanas y Hurones. Estos últimos se dedicaban a tirar a manotazos las piñas coladas de los turistas con su trozo de piña incluido para tomarse… la bebida. Las resacas del día siguiente debían ser importantes.



En estas hamacas la población maya que permanece en la selva y que visitaríamos poco después, duerme habitualmente. El resto de la foto no precisa explicación ¡Que paz!



Esta es la playa del hotel. Al ser un todo incluido, tenías la bebida que quisieras aquí, ya que había un chiringuito en la misma playa. También había tumbonas y sombrillas. Para los amantes de la playa esto es todo un paraíso. Nosotros somos demasiado inquietos para permanecer aquí todo el día.



Y he aquí la piscina. Estas terrazas estaban disponibles durante todo el día, así que podías dar uso de ellas por la noche después de todo un duro día por ahí fuera.



Estas pasarelas cruzaban los riachuelos artificiales que separaban unos apartamentos de otros. Por la noche eran territorio de las iguanas aunque estas huían en cuanto sentían tu presencia.



¡Ya está bien de hotel! Esta es la selva de Yucatán. Contactamos con una pequeña empresa que realizaba incursiones a la selva, primero en 4X4 y mas tarde sorteando escollos naturales en piragua, tirolina, para acabar comiendo en un poblado indígena. La población de por aquí sigue hablando maya, lo que supone un problema para los niños que se pretende escolarizar en poblaciones cercanas, ya que muchos de ellos no saben ni una palabra de castellano.



Acostumbrados a llevar todo el día protector solar ya que el sol aquí es de justicia, una vez en la selva puedes prescindir de él, ya que no ves la luz del sol a no ser que te acerques a algún Cenote. Los cenotes son cavidades llenas de agua, algunos de ellos subterráneos, donde los mayas realizaban sacrificios humanos arrojando los restos de las personas a ellos. Tuvimos la oportunidad de bajar rapelando a uno de ellos por una pequeña cavidad abierta en lo alto. El agua estaba bastante fresquita y se agradeció bastante.



He aquí las ruinas de Cobá. Esta pirámide llamada Nohoch Mul, la más alta de Yucatán, estuvo oculta bajo la selva hasta que en 1972 se empezó a acondicionar para su visita. Actualmente, solo se ha “limpiado” de vegetación uno de sus lados.



Los peldaños de la pirámide no estan en muy buen estado así que hay que subir con mucho cuidado. Una vez allí, vista desde arriba es espectacular. Se puede apreciar la planicie selvática como un mar verde, todo lo que da la vista hasta el horizonte.



Esto es Valladolid, en el vecino estado de Yucatán. La ciudad más importante del estado después de Mérida. A pocos kilómetros se encuentra Chichen Itza, El conjunto arqueológico más importante del mundo maya. Personalmente me impacto más Cobá. Menos turistas y tragado literalmente por la selva. Eso si, este se encuentra mejor conservado.



La famosa pirámide de Kukulcán, es el monumento más importante de Chichen Itza. Aquí, como podéis apreciar, nos cayó una gran cantidad de agua en unos segundos. Las tormentas tropicales son así. En unos pocos minutos puedes estar calado hasta los huesos. El calor que se genera después a causa de la humedad es insoportable. Atrayendo también a una gran cantidad de mosquitos.



En lo alto de la pirámide se puede ver la extensión de la selva. No tan verde y tan frondosa como Cobá, sigue siendo muy espectacular. La subida hasta aquí es bastante empinada. Posteriormente a nuestro viaje se prohibió la subida a causa de un accidente con una turista alemana. Una vez realizada la subida no me sorprende en absoluto.



A esta ruina se le llama el Caracol. Realmente se trataba de un observatorio. Los mayas eran grandes observadores del cielo. De hecho, su calendario “Chol Ab’” constaba ya de 365 días anuales.



He aquí las famosas playas del caribe de aguas cristalinas color turquesa. Esta es una pequeña cala cercana a las ruinas de Tulum, que se encuentran al mismo borde del mar.



Y he aquí Tulum. Tulum era una ciudad amurallada bastante moderna. De hecho, todavía seguía poblada durante la colonización española. Su situación genera una gran afluencia de visitantes que no quieren perder la oportunidad de contemplar sus ruinas mientras disfrutan de un baño. No obstante es la atracción turística más visitada de México, solo superada por las incomparables Chichen Itza y Teotihuacan.



La pirámide de Tulum, llamada también “El castillo” no es muy alta comparada con sus vecinas Cobá y Chichen Itza, pero se conserva en muy buenas condiciones, con una gran población de Iguanas en su interior.



Las iguanas, compañeras de viaje en todo momento. Creo que el único sitio donde no las vi, fue dentro de nuestra habitación. Llegamos a ver algunos ejemplares barbudos, de más de un metro de longitud y más de diez kilos de peso.



Esta captura de video de no muy buena calidad, pertenece a un baño en agua de mar con delfines. Poseo fotos mejores que escanearé pero de momento me conformo con esta. Parecen animales pacíficos pero poseen una dentadura que da bastante respeto. No se para que porque las sardinas que les di se las tragaron enteras.



Playa del carmen era la población más cercana a nuestro hotel. Normalmente los turistas suelen coger taxis para ir hasta allí. Nosotros preferimos coger las furgonetas comunitarias que pasaban por la carretera. No suelen verse turistas en ellas y son frecuentadas principalmente por empleados de los hoteles. Aquí una foto en la Quinta Avenida, con un bar al fondo en que los taburetes eran columpios ¡Que original!



He aquí una calle de Playa del Carmen; Bulliciosa y turística. Aquí acabó todo lo bueno. Llevábamos dos días viendo en la CNN como la trayectoria de Emily, un huracán del que se preveía que tomase fuerza cinco (la máxima posible), cruzaba por completo la península de Yucatán, justo por el lugar donde nos encontrábamos hospedados. Y aquí empezaron las medidas de emergencia.



Las tiendas cerraron, se declaró la ley seca. Se empezaron a cerrar todas las puertas y ventanas clavándolas con maderas. La siguiente noche fuimos llamados a recepción todos los huéspedes del hotel, a eso de las dos de la mañana, a fin de informarnos de que, a pesar de disponer de un búnker preparado para huracanes, no podían garantizarnos nuestra seguridad. Debíamos hacer las maletas ya que por la mañana, seis horas antes de que el huracán tocara tierra, seriamos trasladados a escuelas en el interior. Las únicas escuelas que yo había visto en el interior eran cabañas de madera en poblados indígenas, de los cuales dudaba mucho de su resistencia. Mas tarde descubrimos que el plan era otro.



A pesar de esta imagen tomada la tarde anterior y perteneciente a una de las colas del huracán, La mañana del 17 de Julio amaneció bajo un sol radiante y una calma absoluta. Los autobuses destinados a desalojarnos del hotel debían llegar a las seis de la mañana y ya eran más de las siete y media. Tuvimos que ver impotentes, como furgonetas de cristales tintados de la embajada estadounidense aparecían para desalojar a sus ciudadanos, mientras cientos de nosotros permanecíamos en la puerta del hotel sin rastro de los autobuses. A eso de las ocho y no sin momentos de cierto nerviosismo, llegaron los autobuses.



Fuimos trasladados a unos 300 kilómetros al sur, hasta la localidad de Chetumal. El la misma frontera con Belice y a pocos kilómetros de Guatemala. Allí nos alojaron en una escuela ya preparada como refugio, teniendo que dormir sobre unas colchonetas con mantas. Tuvimos que tapar las ventanas con maderos que completaban un enrejado de hierro. Aunque toda precaución es poca, a esa distancia del ojo del huracán los efectos fueron apenas los de una tormenta.


Los barracones, con capacidad para unas 12 personas, solían agruparse por nacionalidades, pero en nuestro caso se trataba de la mismísima ONU. Nos encontrábamos, mexicanos, americanos, ingleses, portugueses y españoles.



La verdad es que el despliegue por parte del gobierno y pueblo mexicano fue increíble. Mucha gente vino de los alrededores a cargar mantas y sillas y repartir comida. En todo momento estuvimos acompañados por una dotación del ejercito que se encargó de contabilizar a todas la personas que estaban allá, tomando nota de su nacionalidad, o de si alguien se encontraba enfermo o había alguna embarazada.



Pasado el huracán, fue muy grato volver a encontrar al personal del hotel que no pudo acompañarnos y quedó en un pequeño búnker que el hotel poseía un poco mas metido en tierra firme. Especialmente recuerdo a una chica de recepción, que lloraba desconsoladamente la noche anterior, al enterarse que debían permanecer allí.


Al día siguiente se nos comunicó que el hotel había quedado totalmente devastado. Tuvimos suerte de que nuestro avión debía salir esa misma tarde y el aeropuerto ya se encontraba operativo, ya que el huracán no había pasado excesivamente cerca de él y el ejercito ya había abierto las carreteras. Las imágenes a nuestro paso de vuelta por Playa del Carmen eran dantescas. Permanecía una tormenta de agua que ennegreció el cielo hasta parecer de noche. Los márgenes de la carretera eran cúmulos de ramas destrozadas. Los tendidos eléctricos estaban hechos añicos por el suelo. ¡No se me olvidará la imagen de una gasolinera volcada literalmente sobre la carretera! Sentí ganas de quedarme a ayudar pero nos dijeron que seriamos más un estorbo que otra cosa.


Desde aquí quiero agradecer a todo el personal del hotel Club Maeva Tulum y en especial a Carlos y Renato, la atención que nos dispensaron y sobre todo la gran labor que realizaron durante la evacuación. Consiguieron que este viaje nos sea recordado, no con miedo y horror, sino como un viaje espectacular a un lugar incomparable; en el que vivimos una gran experiencia humana inolvidable.