ESCOCIA 2003

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Y por fin llegamos a Edimburgo, nuestra ciudad de destino en el límite norte de la región de los Lothians. A nuestra llegada, Edimburgo nos recibió con una intensa lluvia. Cargados con nuestras enormes mochilas nos dirigimos al albergue que habíamos reservado previamente. Un paraíso hippie situado en una quinta planta sin ascensor, a la espalda de Princess Street.




Edimburgo presume de ser la capital de escocia y sin embargo no es su ciudad más grande. Este honor reside en su vecina Glasgow. Sin embargo la belleza de Edimburgo es incomparable. De todas las ciudades europeas que he visitado hasta el momento, considero a Edimburgo la más bella de todas. Una ciudad ideal para visitar pero en la que me seria muy difícil vivir, ya que la roca negra de sus casas, debida a la intensa humedad la convierten en una ciudad oscura y triste.




Lo que se podría denominar el centro histórico no es muy grande y se puede recorrer fácilmente andando. Dentro de la misma ciudad se encuentran numerosas colinas de un verde intenso que lo convierten en un paseo muy agradable.




En el corazón de la ciudad, en lo alto de una colina se encuentra el castillo de Edimburgo. Motivo de orgullo para todos los escoceses. Es tal el arraigo de los escoceses con su tierra, sus costumbres, su vestimenta y su bandera, que en ocasiones resulta difícil recordar que uno se encuentra en el reino unido.




El castillo es el monumento mas visitado. Los principales atractivos de este son la Piedra del Destino, roca sobre la que se situaba el rey de escocia en el momento de su coronación y que aun se usa para coronar al rey de Inglaterra, descendiente directo de los reyes de escocia. Otro atractivo son las joyas de la corona escocesa.




Cabinas como esta, al igual que los autobuses de dos plantas, son una de las pocas cosas que te recuerdan que estas en el Reino Unido. Aquí, haciendo un poco el tonto en uno de los pocos momentos en los que nos lució el sol.




Uff que cansancio! Hasta aquí llegó nuestro viaje a pie. Habiamos tomado la decisión alquilar un coche para recorrer con él las highlands y entregarlo de vuelta en el aeropuerto de Glasgow. Tuvimos suerte de que el Focus, modelo que habiamos escogido, estuviera agotado, por lo que tuvieron que entregarnos un Vectra; Modelo mucho mas espacioso y con capacidad para llevar nuestras pesadas mochilas, incluida la tienda de campaña que inocentemente trasladamos por toda escocia sin hacer uso de ella.




Este es el coche en cuestión. Tengo un grato recuerdo de este viaje ya que fue totalmente improvisado. Cada día, plano en mano y con las lista de los albergues de Escocia, íbamos improvisando la ruta del día siguiente, sin saber donde dormiríamos dos días después.



Nuestro siguiente destino resultó ser Aberdeen. De camino hicimos una parada en un pequeño pueblecito llamado Saint Andrews. Era una localidad residencial muy tranquila de amplia tradición golfista y con una catedral en ruinas al borde del mar. Fue una tarde muy apacible, sentados en un tupido césped, observando el mar mientras una gaita se escuchaba de fondo tras las ruinas.



Mi principal recuerdo de Aberdeen es el intenso frío que encontramos a nuestra llegada. En el puerto pudimos ver la flota de barcos rompehielos que surcaban las heladas aguas del ártico y que amarraban en este lugar del norte de escocia. A pesar de no ser comparable a Edimburgo, Aberdeen resulto una bonita ciudad. Lastima que nos separaron por sexos en el albergue al que fuimos. Llegó a preocuparnos que una de las personas con las que compartimos cuarto, no hizo otra cosa que dormir en todo el tiempo que estuvimos allí.



A la salida de Aberdeen decidimos visitar varios castillos de la campiña escocesa. Esta zona es verde y boscosa y los castillos están en un perfecto estado de conservación. Mientras recorríamos una zona, que me recordaba a la comarca de los hobbits, descrita el "El señor de los anillos", pudimos ver entre otros el castillo de Frasier que aparece en la foto.



El único destino que teníamos decidido desde antes de partir de viaje era pernoctar en el castillo de Carbisdale, un alberge de juventud en medio de un misterioso bosque del que se dice que habita un fantasma. Al parecer, el alma en pena de una niñera recorre el castillo por las noches. Reconozco que a pesar de ser una persona bastante escéptica, según me iba a cercando al castillo me encontraba algo intranquilo.



La verdad es que el castillo por dentro daba miedo. Sin embargo la llegada de demás mochileros y personal bastante joven le quito hierro al asunto, de hecho, a la mañana siguiente disfrutamos de un buen desayuno británico rodeados de cintos de personas. Ya me imaginaba llamando a una chirriante puerta gigante por medio de una aldaba de hierro y recibiéndonos un viejo jorobado.



La habitación por otro lado era bastante grande, con chimenea y con las plazas justas para ocuparlas solo nosotros pero, a pesar que tenia un pequeño lavabo, el baño era común y se encontraba al final del pasillo ¡Ay madre! Sin embargo el cansancio del viaje me hizo dormir como un bebe hasta el día siguiente. Es una experiencia que recomiendo a cualquier persona que quiera viajar a escocia. Además el precio en el 2003 no excedía de 30 dólares por noche.



Poco más allá del pueblo de Inverness, se encuentra el que posiblemente sea el destino turístico más importante de toda escocia. Con todos ustedes, el lago Ness. Intentamos bañarnos en el, pero las piedras resbaladizas nos hicieron dar media vuelta cuando apenas nos cubría poco mas allá de las rodillas. Como era de esperar, no encontramos a monstruo, pero nos sorprendió la oscuridad de sus aguas. Es el lago ideal para generar tan legendaria leyenda.



En ocasiones nos veíamos obligados a parar el coche y recrearnos en el magnífico paisaje que nos acompañaba en todo momento. Aquí uno de los innumerables valles que cruzamos en nuestro camino. Al norte de Inverness la densidad de población es extremadamente baja. Llegas a ver a tan poca gente que en ocasiones y tras una parada, olvidas que tienes que conducir por la izquierda. Menos mas que Miriam fue la única en darse cuenta. ¡Gracias Miriam!.



Después de recorrernos la mayoría de las Highland llegamos a un pueblecito llamado Ullapool. Guardo un grato recuerdo de este lugar que parecía construido en el autentico fin del mundo. Poseía un puerto que daba servicio a los cientos de islas Hebridas. Todo el extremo norte de la Highlands es una basta extensión de tierra totalmente cubierta de musgo y pequeñas lagunas, bordeada de una costa salpicada de miles de verdes islotes.



Los únicos habitantes de esta zona son los conejos y las ovejas de cabeza negra. Tal es la despoblación de la zona que las carreteras solo tienen un carril y por si encuentras alguien de frente existen unos ensanchamientos cada 100 metros llamados Passing Places en los que apartarte para que pase el otro vehiculo.



Tras llegar a Durness en el extremo norte de Escocia pusimos rumbo a Skye, Una de las islas de las Hebridas interiores. En nuestro camino pudimos contemplar el castillo de Eilean Donen, actual residencia del clan McRae, que, entrada de por medio, te permite visitar parte de sus aposentos.



Una vez dejamos la isla de Skye, nos acercamos al un pueblecito pesquero llamado Plockton. Allí pudimos embarcar en un pequeño bote donde un escocés de acento cerradísimo nos enseño una zona cercana donde se podían avistar focas. Tuvimos la suerte de que la época de cría había sido hacia pocas semanas por lo que pudimos ver a los cachorros de foca de un tamaño minúsculo.



La última noche la pasamos en Stirling, a pocos kilómetros de Glasgow, ciudad donde teníamos que devolver nuestro coche al día siguiente. En Stirling se pueden visitar el monumento a William Wallace y el castillo al que no pudimos acceder por haber llegado demasiado tarde.