Hong Kong 2006

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Después de descender por el rió de las perlas llegamos a Hong Kong, amarrando en el muelle de Kowloon y pasando debajo de todos los rascacielos que parecen construidos en el mismo mar. Hubiera sido una llegada aun más emocionante si el barco hubiera tenido una cubierta al aire libre. Esta captura de video tiene poca calidad. El resto lo dejo a su imaginación.



Después de venir prácticamente de la selva, debíamos adoptar un atuendo más propio de una gran ciudad.



Podría estar recorriendo el paseo marítimo de Kowloon horas y horas. El aspecto de los rascacielos en la otra orilla parece más propio de una maqueta en miniatura.



Uno de los ídolos locales es el fallecido acto Bruce Lee. Tal es la admiración que se le procesa que una estatua suya reluce en medio del paseo.



Kowloon es un distrito principalmente residencial. La calle principal y más bulliciosa es Nathan Road. Hong Kong tiene una trepidante vida nocturna y muchos comercios abren hasta altas horas de la noche.



Existen multitud de mercados nocturnos, uno de los más famosos es el situado en Temple Street donde se pueden encontrar artículos de lo más variopinto. También es bastante habitual encontrar cientos de imitaciones, aunque he de decir que bastante menos conseguidas que las del mercado de la seda en Pekín.



Durante el día, el paseo marítimo sigue siendo una zona estupenda para pasear. Esta mañana subimos hasta el pico victoria pero una densa niebla no nos dejó ver nada. Aun así pudimos disfrutar de los alrededores de Victoria que, debido al clima, gozan de una frondosa vegetación.



En la orilla de Kowloon existe un paseo de la fama estilo Hollywoodiense en la que la estrella es la huella dejada por las manos de Jackie Chan.



Al otro lado de la Isla de Hong Kong se encuentra la Bahía Repulse. Antaño escondite perfecto para barcos piratas de principios del siglo XIX, recibió su nombre a raíz de la expulsión de dichos piratas a cargo de la armada naviera británica.



Actualmente en la bahía se encuentra situada una playa artificial. Un enclave perfecto para disfrutar de las calidas aguas del Pacifico.



También al sur de la isla se encuentra la ciudad de Aberdeen. Mucho mas pobre que su vecina Victoria, Aberdeen se encuentra repleta de rascacielos residenciales muy diferentes de las moles de acero y cristal destinadas a oficinas, que veníamos observando en Hong Kong.



Aberdeen pasaría totalmente desapercibida al mundo si no fuera por su puerto. En el cientos de familias Tanka viven en barcos fondeados en su bahía.



Los Sampans son las típicas embarcaciones que surcan los alrededores de Hong Kong que la costumbre dicta que sean pilotados por mujeres. Por un módico precio puedes alquilar uno entre varias personas y disfrutar de un paseo por las viviendas hogar del puerto, conductora incluida claro. Eso si, el barco no sale hasta que todo el mundo haya pagado.



En esta autentica ciudad flotante también existen multitud de restaurantes instalados en barcos. El mas grande y famoso de todos ellos es el “Jumbo Floating Restaurant”, que a diferencia de las humildes y destartaladas viviendas flotantes, se encuentra aquí por la imagen de lugar diferente y original no por necesidad y falta de espacio.



Dos de las embarcaciones más usuales de la Bahía. El típico barco chino a la izquierda y el centenario Star Ferry a la derecha, que lleva funcionando entre Victoria y Kowloon desde 1888, cuando estos ferrys eran aun de vapor.




El último día antes de nuestra vuelta, decidimos acercarnos al centro financiero de Hong Kong, situado en la isla del mismo nombre. Así pudimos acercarnos a estas moles de acero y cristal, situadas entre las más altas del mundo. Destaca a la derecha el Two Internacional Financial Centre, que en ese momento se situaba en cuarto lugar de los rascacielos más altos del mundo.



Como no, aprovechamos la ocasión para coger el Star Ferry y disfrutar de unas vistas impresionantes en nuestro acercamiento a la isla. Por estos lares impera el espíritu del Feng Shui, que entre otras cosas indica, que un edificio debe estar frente al mar y sin ningún obstáculo delante. Tan importante es esta norma, que algunas empresas han comprado el solar frente a ellas, para evitar que nadie construya allí.



Seguramente será el edificio del Banco de China mi favorito entre todos los de Hong Kong. Me recuerda bastante a las torres Kio pero con el triple de su altura. Aquí no hay leyes que estipulen la distancia entre edificios, así que el agolpamiento de estructuras resulta increíble.



Los pocos espacios que los edificios nos dejan, se encuentran salpicados de jardines en los que el agua es un elemento imprescindible. Otorgan algo de frescor a un lugar, en el que el calor y la humedad en época estival, resultan agobiantes.



Y por supuesto no podía faltar mas gente practicando Tai Chi. Esto ha sido una tónica general en todo nuestro viaje, especialmente en las salidas y puestas de sol. La cultura China siente un respeto admirable por el ejercicio físico, especial mente por este arte marcial del que no se conoce muy bien su origen.



De vuelta a Kowloon, se puede observar el intenso trafico marítimo que discurre entre el mas del centenar de islas, que componen la región administrativa de Hong Kong. No obstante, el puerto de Hong Kong es el de más actividad comercial del mundo, seguido muy de cerca por Singapur.



Uno de los espectáculos más recomendables es el baile de luces en los edificios de la isla, a ritmo de música en la península. Parece increíble como está sincronizada una ciudad entera para mostrar, posiblemente, el espectáculo de mayores dimensiones del mundo. Un bonito broche, para una ciudad que me ha marcado de manera considerable.



Y el viaje llega a su fin. Ha sido un peregrinaje desde las cercanías de Mongolia, a los mares del sur de China, recorriendo grandes ciudades y parajes naturales de una belleza incomparable. Descubriendo una cultura milenaria con costumbres muy distintas de las occidentales. Un viaje que espero que la vida me de oportunidad de repetir algún día. Y como colofón, dejo una imagen, tomada en nuestro interminable viaje de vuelta desde Hong Kong, vía Ámsterdam, del inhóspito desierto del Gobi.